

Gabriela de 19 años salió de su casa el 9 de abril del 2025 al promediar las 17:30 horas con destino al puente Fierro, un lugar bastante concurrido por los jóvenes de Arequipa. Iba sola, tranquila, con su mochila, sus zapatillas blancas y un tatuaje visible en el tobillo izquierdo, como cualquier chica que planea encontrarse con amistades. Pero esa tarde, nada fue normal.
Porqué Gabriela nunca volvió
Las primeras horas pasaron con el clásico optimismo de quienes aún no imaginan lo peor: “Seguro está distraída”, “ya aparecerá”. El tiempo corrió, el celular dejó de sonar y la preocupación creció. Su familia acudió a la Policía, que como de costumbre activó el protocolo... tarde (porque aquí hay que esperar a que la tragedia madure un poco para que se vuelva real).
Días después, su mochila fue encontrada cerca del puente. ¿Una pista clave? Claro. ¿Un indicio alarmante? También. ¿Una prueba contundente de que algo no andaba bien? Por supuesto. ¿Y entonces qué pasó? Lo habitual: búsqueda con megáfono, comunicados, algunas brigadas peinando el río y muchas oraciones compartidas en redes sociales.
Pero el caso tomó un giro aún más extraño. Testigos aseguraron que Gabriela fue vista conversando con una pareja (un hombre y una mujer) cerca del puente Fierro antes de desaparecer. ¿Quiénes eran? ¿Qué querían? Nadie lo sabe. Porque en este país las desapariciones vienen con sus propios fantasmas y las pistas... con amnesia colectiva.
La búsqueda se extendió durante catorce días. Los equipos de rescate, bomberos y voluntarios, recorrieron las orillas del río Chili una y otra vez pero no encontraron nada. El río como siempre callado, el mismo que guarda secretos y los devuelve solo cuando quiere. Y esta vez, tardó.
En la zona de Congata, el Chili finalmente habló. Agentes de la Unidad de Alta Montaña encontraron el cuerpo de una joven flotando entre las aguas turbias. Llevaba las zapatillas blancas, tenía el tatuaje en el tobillo, era Gabriela. El río la devolvió cuando ya nadie quería pensar en la peor noticia, pero ahí estaba. Fue reconocida por su familia.
El cuerpo fue llevado a la morgue central de Arequipa y ahora sí, la historia cambia de rumbo. La necropsia tendrá la última palabra.
¿Accidente?, ¿suicidio?, ¿homicidio? ¿O una mezcla trágica de indiferencia y abandono?
Porque recién cuando aparece un cadáver comienza la “investigación exhaustiva”. Ahora sí hay titulares, ahora sí hay autoridades preocupadas, ahora sí se habla de una hipótesis.
Y mientras tanto, aquella pareja desconocida sigue siendo eso, desconocida. Los testigos ya no tienen más detalles, las preguntas se acumulan y Gabriela ya no puede contarnos qué pasó.
Su historia no es la primera y tristemente parece que tampoco será la última.
Porque mientras no haya respuestas, mientras el silencio pese más que la verdad y mientras el olvido llegue más rápido que la justicia, este país seguirá encontrando cuerpos y perdiendo memorias.
Entonces, volvamos al inicio: ¿Qué pasó con Gabriela Fernández aquella tarde de abril?




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